sábado, julio 31, 2010

Se acabó el libro, la hamaca y el porche. (por ahora)


Hay libros, los mejores, que los leo con una libreta y un lápiz cerca, para ir anotando frases, párrafos, pequeños trozos que me llegan de forma especial.
Acabo de terminar "el club de la calceta"-
¡Que pena! por el libro, por la hamaca y por el porche que igualmente hoy acaban.
Podré, eso sí, volver a releerlos algún otro verano.
Os regalo algunos de los apuntes de mi libreta:

"...había algunas maestras que intentaban hablar conmigo. Pero a mi no me apetecía hablar con ellas. A otras les oí decir que a "esas mujeres" deberían quitarles los hijos..., el caso que siempre desaparecían, estaban un curso o dos y luego adios. Y mi madre estaba ahí siempre.
... no sé por qué... siempre piensan que las niñas somos sordas. Éramos sordas, son sordas..."

"Hay mujeres que explotan a otras y luego mujeres que se juntan para que no las exploten"

"Será por eso que me angustia tanto pensar que hay personas que no pueden hacer lo que desean. Tantas, la mayoría. Eso es ser pobre..., la infelicidad de no poder hacer lo que se desea."

"Lo bueno de hablar poco, es que cuando una dice algo la gente la escucha."

"Pero nosotras sí que hemos hecho algo. Liberarnos de mucha mierda en la compañía de supuestos liberados que para nada repensaron su identidad. Esos hombres progres."

"Ahora me pregunto qué duele más, compartir la vida con una serie de orangutanes y poder rebelarse contra lo obvio o esta dominación sutil."

"Una casa siempre es una obra inconclusa... una obra abierta, postmoderna. Ajena a las teorías de la economía, llena de afectos e historias. También la excusa para olvidar. Y el refugio de mundo."

Mi maestra de la calceta


No la recordé al principio, pero cuando vino a mi mente, casi me pareció un delito que no fuese mi primer pensamiento para ella.
¡Ella me enseñó a hacer calceta!
Y hoy le debo un pequeño homenaje.
Era mi primer destino como maestra, ¡Benizalón!, una sustitución de tres meses, recién aprobadas mis oposiciones.
Veintidos años, muchas ilusiones y un puñado de miedos, y... ¡pido Benizalón!, un pueblo pequeñísimo de la Sierra de los Filabres almeriense.
No sabía dónde estaba, ni cómo era, pero me gustó el nombre.
Trabajar y sentirme dueña de mi vida por primera vez me parecía algo tan grande que el lugar parecía una simple anécdota.
Y de repente descubro que acabo recluida durante un trimestre en un pueblo del que no podía salir de forma autónoma, no tenía coche, ni el horario de la pequeña furgoneta que viajaba a la ciudad se ajustaba a mi horario laboral.
Tampoco disponía de casa, que ya había ocupado la maestra titular.
Y me acogió Ángeles, una madraza de cuatro hijos, una mujer fuerte, perseverante, que destilaba energía, entusiasmo, una mujer que como tantas otras no tuvo muchas oportunidades de elegir su destino.
Ella fue durante tres meses mi mejor compañía, mi apoyo, el hombro sobre el que lloré mi inexperiencia de maestra que se enfrenta por primera vez y sola, a una escuela que no le mostraron en la universidad, llena de dieciséis criaturas, desde los tres años hasta los doce años.
Ella y las estrellas de la Sierra de los Filabres, de la que dicen que es uno de los mejores lugares del planeta para mirar al cielo.
Ángeles me enseñó a hacer calceta, lo hizo "para que no la siguiera a todas partes como un perrillo faldero".
Me enseñó muchas otras cosas, sobre todo a mantener siempre el buen humor, a pesar de la leche de cabra que me ponía mala cada mañana, de tener que ir a buscar el agua a la fuente cercana y a pesar de la dureza de su marido hosco y callado.
Me contaba historias del pueblo, de su vida, y se reía, siempre se reía.
Con ella hice mi primera labor de calceta y me gustó.
Luego siguieron más, fue una época interesante, y ahora que lo pienso, los años de mis escuelas unitarias estuvieron siempre ligados a esta labor, que luego abandoné pasados los años.
Ella hubiese sido una genial protagonista para el libro de María Reimóndez.
Su historia, como la de tantas mujeres de su generación es todo un ejemplo de superación, de resistencia, de fortaleza.
Y sin duda ella sería protagonista imprescindible de mi club de calceta.

jueves, julio 29, 2010

El club de la calceta



"Estáis en mi porche y en mi club de calceta"

Es el mensaje que envío, primero a mis hermanas, pero después, lo reenvío a todas las mujeres que podrían formar parte de ese club imaginario.
Sentada en un porche, en una hamaca, y leyendo "el club de la calceta", un libro que ya recomendé en mi blog sin haber leído, pero que intuía que me iba a gustar mucho y que tenía pendiente par este verano.
Llegó por fin su momento, ¡que momento!.
En el musical silencio de un pequeño anejo cántabro, sola, con la compañía intermitente de mi hija que contribuye a que el canto el platanero del jardín, sea más dulce, más cercano, más mío.
Llevo un rato con el libro y de repente leo:
"... paso por la puerta que deja atrás la sala de estar para entrar en el dormitorio y veo entonces algo que me encanta. Además de la cama y una mesa hay una mecedora. ¡Una mecedora! justo al lado de la ventana y ahora mismo le está dando la luz..."
No puedo evitar emocionarme y entiendo lo que siente Rebeca.
Me está seduciendo la idea de ese club de calceta y de repente imagino el mío propio, ese lugar, donde ante algo tan sencillo tan antiguo, tan monótono, se puedan ir compartiendo, a la vez que se mueven rítmicamente las agujas, las angustias, los deseos, las esperanzas, los miedos..., la vida.
Y pienso en quién estaría en mi club de calceta y no puedo evitar enviarles un mensaje (benditos móviles, que te permiten tener cerca a la gente que quieres): "estáis en mi porche y en mi club de calceta".
Aún no he acabado el libro, me queda poco y siento que me va a dar pena que termine, está siendo una compañía amable en "mi porche y en mi hamaca".

lunes, julio 12, 2010

La resaca del Mundial

Suprimiría las corridas de toros y el fútbol y sin embargo anoche vi el partido del mundial, lo ví, lo sufrí, lo disfruté...
Todo gracias a nuestros amigos y a mis hermanas, a mi marido que es un superfutbolero y a una cena excelente que preparamos entre todos para amenizar la velada.
Aunque no entiendo, si pude apreciar como la mayoría de la peña el triunfo de un juego limpio frente a la "tranfullería más absoluta" y me parece interesante que se refleje como uno de los aspectos más importantes de la victoria la importancia del grupo, del trabajo duro, de la sencillez..., hasta aquí estupendo.
Sin embargo, no deja de "preocuparme" que anoche la gente se lanzase en masa a la calle de fiesta para celebrarlo y que durante el día siguiente la mayoría de las televisiones hayan tenido casi monográficamente el tema de la victoria del mundial en pantalla.
He escuchado consignas del tipo "hoy somos más felices" "Todos los españoles unidos" "España hoy es un poco mejor"...
Todo con imágenes de millares, millones de personas vociferando sin control a cuarenta grados ocupando calles y calles en las que con un poco de suerte verán a lo leeeeeeejos algun futbolista.
Y me da pena, y sigo pensando que el futbol como los toros es peligroso, y lo fácil que es mover a una masa de personas para algunas cosas y lo poco que nos movemos para otras.
Y hoy sobre todo no puedo dejar de pensar en el montón de mujeres que mueren a causa de la violencia de género y que no consiguen que una masa similar a la calle durante un día entero a vociferar ¡Estamos hartas!
Y no puedo dejar de pensar que cuando paseo por mi ciudad veo cada vez más personas sin techo, sin trabajo, sin unas mínimas condiciones de vida, ante las que paseamos sin que "nos mueva nada".
Y no puedo dejar de pensar en el montón de criaturas que el sistema escolar lanza a la calle como fracasados institucionales.
Y no puedo dejar de pensar que se podría hacer en paises con hambruna con los sueldos de esos "gladiadores" del siglo XXI.