lunes, octubre 31, 2016

Los lunes






Son duros los lunes. Mi hermana dice que debería de ser ilegal tener esas jornadas tan maratonianas. Yo también lo creo.
Suelo llegar  al cole a las 8:30 (me gusta tener tiempo para preparar el aula) y nunca llego a casa antes de las 20:30, a veces pasadas las 21:00.
Me abalanzo sobre el sofá y la cena.
Primero toda la mañana con mi zagalería, una comida rápida y después reuniones, tutorías, con suerte sacas tiempo para alguna fotocopias, recoger algún material que te falta y ordenar algún rincón del aula que ya no resiste más sin un pequeño repaso...y después, más reuniones. para acabar, junto con mis compis extenuada y sin capacidad de pensar o escuchar y casi ni de respirar.
Los lunes por la tarde son casi el único momento que tenemos para poder ponernos de acuerdo en muchas cosas que son fundamentales para nuestro trabajo diario.
Porque, por desgracia, con los peques el tiempo de permanencia en el centro se corresponde con el tiempo lectivo, dando lugar a un ahogo continuo por falta de espacios para preparar cosas que no puedes preparar en casa.
Sería bueno, que al igual que en secundaria o en la universidad, el tiempo lectivo del profesorado de primaria se redujera, al menos de forma parecida a la de los compañeros de ESO o de Bachillerato.
Sería fácil, si las horas de las diferentes especialidades de cada aula se dejara a las tutoras o tutores para poder atender en ese horario montones de otras cosas importantes que mejorarían los tiempos de docencia directa: desde la preparación de ciertos materiales que no puedes preparar en casa, hasta coordinaciones entre proyectos, mejor atención de las bibliotecas escolares...
Claro que sería necesaria al menos una persona más que se encargara de verdad de los apoyos a las niñas y niños con dificultades y que la administración volviera a cubrir las faltas del profesorado desde el primer día, como no hace tanto, hacía.
Es la utopía y más en los tiempos que corren donde parece más necesario gastar miles de millones en reexaminar a nuestras criaturas que en procurar su bienestar, pero no podía resistirme a decirlo en voz alta, un lunes después de un rato de sofá y antes de caer en las manos de Morfeo.