jueves, septiembre 17, 2015

Con la que está cayendo




Ayer un amigo me preguntaba "¿Que tal el inicio de curso?" "Genial", contesté yo, que ando emocionada con recibir a mis niñas y niños en tercero, llenos de energía, tan mayores, repletos de sabiduría y entusiasmo. ¡Que bien empezar sin problemas con la que está cayendo! me dijo él.
Me eché a reir y le aclaré lo que significaba el genial y lo circunscrito que quedaba a un deseo de ser feliz que me persigue de forma constante.
Porque objetivamente no ha sido un buen comienzo de curso, es más, cada curso vemos como de forma inexorable las cosas empeoran.
Aumentan las ratios vergonzosamente, las dotaciones económicas se encogen, los recursos no llegan, se pierde profesorado y poco a poco van mermando las ganas, la ilusión , las fuerzas.
En realidad es un ir y venir de despropósitos ( o tal vez de propósitos desvergonzados) de los que no se libra nadie, los unos por hacer una ley de ignorantes, otros por tener el cinismo de esconderse y excusarse en ella.
Llega un momento en que no sabes si se trata de desvergüenza, de ignorancia, de hipocresía o una buena remezcla de todo.
Y es que a pesar del optimismo empedernido de personas como mi amigo Fernando Trujillo que en su "Carta abierta a la Consejera de Educación" aún se toman la molestia de dirigirse a quienes podrían poner un poco de sensatez o cordura en este despropósito, la realidad se empeña en demostrar lo absurdo de tener esperanza en el momento actual en que la política pueda dar alguna solución sensata.
Por ejemplo, este curso ya disfrutamos de los nuevos horarios ¡¡¡¡Hurra!!!!, los nuevos módulos de 45 minutos que dejan temblando la música o la plástica en el horario, la separación de Conocimiento del medio en Ciencias Sociales y Ciencias Naturales, ahora que ya por fin la inspección educativa iba pregonando los proyectos y la interdisciplinariedad por los centros.
Cada paso que damos es con la sensación de avanzar hacia un dislate mayor.
Leyendo el nuevo currículum encontramos entre los indicadores de competencia cosas como "Busca y selecciona distintos tipos de información en soporte digital de modo seguro, eficiente y responsable" o "Usa las TIC como recurso para escribir y presentar sus producciones" y suma y sigue, pero en un centro de nueva creación como el mío no hay ni un solo ordenador de dotación de la administración educativa para el trabajo del alumnado, ¡¡¡¡ni uno!!!!!! No nos han recortado el servicio técnico, como en el cole de Miguel Rosa, directamente han considerado que no tenemos derecho a tener ordenadores, eso si, una bañera en cada aula de infantil.
Cada mañana salgo de casa con mi portátil, mi tablet, mi móvil y llego a mi aula donde tengo un pequeño portátil muy lento que me prestó un papá fabuloso, abro las ventanas para matar el calor sofocante de la clase, me siento un instante antes de que comience el jaleo y veo la prensa de plantas y la lupa binocular que le he tomado prestada a mi marido, la cámara de vídeo que pedí hace unos años a los reyes para grabar en el aula, las cajas y archivadores de plástico que poco a poco he ido comprando con mi sueldo cada vez más recortado porque nos faltan armarios, la biblioteca de aula formada con los libros de mis hijas, las pegatinas para señalar los libros que compro para que mis peques aprendan a señalar cosas interesantes mientras leen, la sábana blanca que me he fabricado para que me sirva de pantalla... 
Entonces la rabia me invade.
No es justo, ni es decente.
Yo, como muchas personas de a pie, ya he perdido la esperanza en la política "de altura", en los presidentes y tristemente hasta en las presidentas, en los ministros y hasta en las consejeras.
Y mientras mascullo pensamientos que no puedo trasladar a lo escrito por lo inadecuado de las palabras que necesitaría, doy gracias al universo porque sigo teniendo una fe ciega en quienes cargan cada día sus mochilas con sus cosas y las siguen llenando de utopía, de trabajo a pie de obra, de abrazos que enseñan.
Y mientras doy gracias por tener la suerte de andar rodeada de gentes cargadas de esa energía obstinada e inagotable, oigo las risas de mi bandada diminuta y me pongo en marcha.
Y gracias a mis criaturas me olvido de toda la inmundicia de tal modo, que cuando al acabar me preguntan "¿Qué tal va el inicio de curso?" Yo de manera automática enciendo mi sonrisa y contesto: ¡¡¡¡Genial!!!